lunes, 27 de junio de 2016

La broma de don Bosco a los que querían meterle en el manicomio


No solo las autoridades civiles molestaban al pobre don Bosco e intentaban impedir el desarrollo de su Obra, sino que también sus colegas sacerdotes. Es más, a estos se les había metido en la cabeza que don Bosco estaba enloqueciendo y que todo este empeño por los jóvenes era una verdadera manía.



Algunos fueron a verle y, con toda caridad, le dijeron:

– Querido don Bosco, entiéndelo, ¡tu pones en un compromiso el carácter sacerdotal! Con tus extravagancias, con ponerte a jugar con esos chicos, acompañándoles por las calles y las plazas, pierdes el decoro, provocas asombro, ¡incluso se ríen de ti!

Y como don Bosco, seguro de su Obra, mostraba que no le convencía la lógica de las advertencias, estos seguían:

– ¡Has perdido la cabeza! ¡Ya no razonas! Pobre y querido don Bosco, no hay que obstinarse… ¡Tu no puedes hacer lo imposible! ¿No ves que incluso la Providencia está contra tu obra y que no encuentras quien te alquile un local?

– ¡Oh la Providencia! – exclamó don Bosco alzando las manos al cielo –, ¡la Providencia me ayudará! Ella me ha mandado a estos chicos y no rechazaré a ninguno, ¿entendéis? Vosotros estáis equivocados, la Providencia hará todo lo necesario. Y si nadie me alquila un lugar, fabricaré uno con ayuda de María Santísima. Habrá grandes edificios, con escuelas, laboratorios, oficinas, de todo tipo, patios amplios con pórticos… una iglesia magnífica. Y después, también sacerdotes, catequistas, asistentes, profesores, obras de arte y muchos sacerdotes, Veréis, veréis…

Al oír estas palabras, sus amigos se sintieron profundamente conmovidos, pues creían hallarse ante una clara prueba de la locura de su querido colega, y se fueron moviendo la cabeza y diciéndose entre ellos:

– ¡Pobrecillo, verdaderamente ha perdido la cabeza! Hay que tomar medidas en seguida.

Don Bosco esperaba acontecimientos, preparado para la lucha.

Estos, de acuerdo con la Curia episcopal, fueron a hablar con el director del manicomio. Tras conseguir un lugar para el supuesto loco, dos de ellos, más dispuestos y valientes, aceptaron seguir una estratagema.

Alquilaron un coche cerrado, fueron a donde vivía don Bosco y le invitaron a dar un paseo, diciéndole:

– Un poco de aire te hará bien, querido don Bosco; ven, tenemos aquí una carroza que nos espera.

El Santo se dio cuenta en seguida de la jugada, pero aceptó la invitación, exclamando:

– ¡Caramba!…¡una carroza!…¡Viva la carroza!….En  verdad no suelo usarla, pero ¡vamos!

Al llegar al coche, le invitaron a entrar, pero él respondió:

– ¡No! Sería una falta de respeto por mi parte. Entren ustedes primero.

Estos subieron sin sospechar seguros de que don Bosco les seguiría, pero apenas lo hicieron, él cerró con fuerza la portilla y gritó al cochero:

– ¡Pronto!…¡¡al manicomio!!! El cochero espoleó al caballo y más rápido que nunca, llegó a la meta, donde le recibieron las puertas abiertas y los enfermeros preparados.

El guardián cerró en seguida el portón. Los enfermeros rodearon la carroza, y en lugar de un loco encontraron dos.

Aunque protestaron enérgicamente, fueron llevados al piso de arriba, y como no había ni médicos ni el director, porque era mediodía, tuvieron que quedarse a comer con los demás pacientes. Hacia la noche, aclarado el equívoco, fueron puestos en libertad.

La cosa corrió por la ciudad, y desde aquel día cambió la opinión sobre el santo y aumentó la admiración hacia él.

Tomado del libro "Don Bosco que ríe"

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